martes, 7 de septiembre de 2010

Encantadora Canadá

Primeros días en esta supuestamente gélida tierra –y digo “supuestamente” por los 31º que he tenido que sufrir…- y no dejo de asombrarme a cada esquina que voy tomando.

Para empezar, la bandera canadiense en vez de blanca y roja debería ser blanca y ¡verde! Porque si una de las cosas que me maravillaba de Southampton era la abundancia de verde por todos lados, esto es digno de ver. Sin duda mejor que en las postales. Casas situadas prácticamente en medio de la naturaleza salvaje y aún en plena ciudad; el campus de la universidad más que un campus parece un campo –juego malo de palabras- como si de un jardín botánico en dimensiones abismales se tratara, pero obviamente cuidado con bastante esmero; las ardillas las dueñas de la ciudad, van y vienen a sus anchas por todos lados; y los patos, libres también a lo largo de todo el río. La única –y recalco, ÚNICA- zona en la que no hay extensiones de vegetación es en las 4 calles principales del centro. Hasta las zonas que separan unas naves de otras en los polígonos constan de césped y árboles. Un encanto a ojos de una persona acostumbrada a ver cemento y más cemento allá donde vaya.
Las casas son otra delicia. La mayoría de ellas constan de su caminito hasta la puerta estilo casa hobbit, huerto, jardín anterior, jardín posterior… por no mencionar las dimensiones… las únicas casas que he visto de una planta son las que a lo ancho ocupan el espacio de dos. Y esos pinos artificiales que compramos en España para decorar en Navidad, aquí he visto ya muchos en los jardines y la ausencia de la decoración navideña más bien parece una ilusión óptica. Lo que son las costumbres.

Por otro lado está su gente. Nunca pensé que sería posible ir a la oficina de empleo ¡y echar menos de 15 minutos allí! Sin colas, con personas amables que te sacan conversación por la simple razón de estar en el mismo lugar, con funcionarios que no solo son más que efectivos en su labor, sino que además son amables, dan conversación y están dispuestos a ayudar con cualquier duda que una “guiri” pueda plantearles. Incluso en el banco era como estar soñando: ni un minuto tuve que esperar para entrar al despacho de una amable empleada para que me abriera una cuenta. Pero claro, teniendo en cuenta que el horario laboral estándar es de 9 a 4, es comprensible que el rendimiento sea mayor y las colas menores (mini punto para Canadá).
Después tenemos a los conductores de autobús, otra cosa que me encantaba de Inglaterra. Aquí sin duda están a la altura. No solo saludan y se despiden educadamente –puesto que además la gente suele dar las gracias al bajar por el viaje-, sino que no tienen problema en decir cosas como: “Son 2,75 ¿Cuánto tienes? Ah, se acerca, se acerca, no pasa nada” o “No hombre, no te voy a hacer pagar 5 dólares por el viaje. No te preocupes, pasa, ya pagarás otra vez” (en esta última ocasión por tener solo un billete para pagar en las máquinas automáticas que no devuelven cambio).
Y por último, la gente –nótese que gente no es igual a gentuza con intenciones oscuras- te saluda amablemente por la calle, como en nuestros pueblos pero sin tirones de mejillas o preguntas comprometidas con fines “chismorreosos”. ¡Y los niños! ¡Cada vez que ven a alguien pasar saludan como locos! Al final me acabarán gustando y todo.

Y como despedida solo diré que si el paisaje sobrecoge de esta manera en verano, creo que se me va a caer la baba en cuanto empiecen a caer los primeros copos de nieve.

3 comentarios:

  1. Que ...te ... van ... a gustar los niños ?
    Que te están haciendo los canadienses ?? XD
    Cuando vaya por alli ya veremos si eso es verdad :D

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  2. ¿¿¿ya te estas haciendo de rogar????

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  3. Ya veo que la primera impresión de los canadienses no podía ser mejor. A partir de ahora te leo siempre, Palo :P

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