miércoles, 27 de octubre de 2010

Solo para amantes de la lengua

Hoy, mis queridos seguidores, ha llegado la gota que colma el vaso. A todos aquellos amantes de la lengua y de su buen uso solo les daré un consejo: no piséis América.
He de admitir que era consciente de las consecuencias de venir a este continente a enseñar español; de la misma manera que sabía que en algún momento surgiría el enfrentamiento al tener una compañera de oficina mejicana. Pero que el objeto de la discordia venga originado por una explicación contenida en el libro  de enseñanza del español es el colmo de los colmos.

No me sorprendió demasiado que cuando la gente me conociera me dijera «Ah, eres de España; ustedes hablan todo el rato con la “cecece”», a lo que, sin pelos en la lengua, tuve que responder que yo no ceceaba y que el ceceo no era una realización lingüística especialmente generalizada en el país ni mucho menos -ya que, de hecho, el seseo es más común-. Sin embargo, ha sido hoy mismo, mientras leía el libro de la clase de primero, cuando me he dado cuenta de lo que realmente quería decir la gente que me hacía tal comentario.
El libro dice, en resumidas palabras, algo así como: «Ojo: nótese que la letra “c” tiene dos sonidos diferentes. Debe leerse /k/ cuando va seguida de a, o y u; mientras que debe leerse /s/ cuando va seguida de e o i.»
Ingenua yo, ante tal descabellada afirmación, he ido a comentarle a mi compañera la mejicana la burrada que acababa de leer. Y que “sorpresa” la mía al tener que escuchar a una persona que se encuentra estudiando una especialidad de enseñanza del español como lengua extranjera pronunciar las palabras «es que los españoles ceceáis».

¡¡¡¿¿¿PERDÓN???!!!

Me parece completa y absolutamente indignante, denigrante e insultante que los creadores de libros de enseñanza de español y muchas de las personas que se dedican a enseñar esta lengua -¡a nivel universitario!-  ni siquiera sepan definir e identificar los distintos fenómenos que en ella ocurren. Me parece increíble que los estas personas no sepan que el seseo y el ceceo son una realización de los fonemas /s/ y /z/, respectivamente, en los lugares no correspondientes según la norma; de la misma manera que me parece patético que en vez de hablarles a los alumnos sobre la existencia de tales fenómenos -tal y como hago yo en mis clases-, simplemente se les incite, o mejor dicho, se les obligue -dado que no se les da otra opción- a hablar con una de esas realizaciones predeterminadas -véase seseando-. Y esto lo opino no como mera hablante nativa del idioma en cuestión, sino como traductora con un máster en enseñanza y medio lingüísta podríamos decir, gracias a los 18 creditazos de Lingüística General en la que sí o sí tienes que saber de lo que estás hablando para aprobar.
Hay una diferencia entre adquirir, de manera “natural” a través de las vivencias y experiencias, y aprender, de manera “artificial” a través del estudio específico de materias. El seseo y el ceceo son realizaciones fonéticas que se adquieren a través de la herencia lingüística de nuestra comunidad de hablantes, no algo que se aprende porque te lo enseña un profesor en la escuela. Porque vamos a ver, yo en mi jerga habitual pronuncio /tre hamone de habugo der güeno/ porque así lo he adquirido en mi entorno lingüístico malagueño, pero no por ello me enseñaban a mí mis profesores o les enseño yo a mis alumnos que la j ha de aspirarse y las eses finales han de ignorarse, por poner un ejemplo, porque a pesar de llevar a cabo esa realización a la hora de hablar, soy consciente de que en español estándar conforme a la norma se ha de pronunciar /tres jamones de jabugo del bueno/.
Sin embargo, y por lo visto, en algunos países de Sudamérica -no estoy segura si en todos- en las escuelas les enseñan a los niños pequeñitos en las clases de lengua que la s, la c y la z son letras diferentes pero tienen el mismo sonido y que simplemente tienen que aprenderse de memoria la ortografía de las palabras que las contienen.

A mí me parece estupendo que la realización generalizada en Sudamérica sea el seseo, y me parece estupendo que tengan su propio vocabulario según el país -aunque no me parezca tan estupendo que gran  parte de este, sobre todo en los países más cercanos a EEUU, lo tengan que copiar del inglés, pero con ese tema me daría para otra entrada del blog-. Lo que no logro entender es por qué la Real Academia de la Lengua Española tiene que estar tan escrupulosamente atenta a cada cambio que se produce en el habla “latina” para incluirlo en el diccionario y no dar lugar a que nos puedan acusar de “lingüísticamente racistas”, y sin embargo ellos (los que se denominan hablantes de español latino) tienen la osadía y el descaro de jactarse abiertamente de algo que ni siquiera conocen. Porque oigan ustedes, señores hablantes de español latino, esa Real Academia en la que, al igual que nosotros -los erróneamente denominados gallegos-,  ustedes también se amparan dice literalmente (especialmente apartado “b)” de la definición de la letra c):
c. 1. Tercera letra del abecedario español y del orden latino internacional. Su nombre es femenino: la ce (pl. ces).
2. Representa tres sonidos consonánticos distintos:
2.1. Cuando precede a las vocales a, o, u (casa, comer, cuerdo), va ante consonante (cráneo, acción, acné) o está en posición final de palabra (frac, vivac, chic), representa el sonido velar oclusivo sordo /k/. Este sonido lo representan también las letras k y q ( k y q). En la pronunciación esmerada debe evitarse la articulación de este sonido como interdental (Marca de incorrección.[ázto] por acto, Marca de incorrección.[baztéria] por bacteria), así como su pérdida (Marca de incorrección.[aféto] por afecto, Marca de incorrección.[deféto] por defecto) o su vocalización (Marca de incorrección.[direisión, direizión] por dirección).
2.2. Cuando precede a las vocales e, i, representa dos sonidos distintos, según las zonas:
a) En las hablas del centro, norte y este de España representa el sonido interdental fricativo sordo /z/: cena [zéna], aciago [aziágo].
b) En las hablas del suroeste peninsular español, en Canarias y en toda Hispanoamérica representa el sonido predorsal fricativo sordo /s/ (cena [séna], aciago [asiágo]). Este fenómeno recibe el nombre de «seseo» ( seseo).

seseo. 1. Consiste en pronunciar las letras c (ante e, i) y z con el sonido que corresponde a la letra s (  s, 2); así, un hablante seseante dirá [serésa] por cereza, [siérto] por cierto, [sapáto] por zapato.

ceceo. Consiste en pronunciar la letra s con un sonido similar al que corresponde a la letra z en las hablas del centro, norte y este de España ( z, 2a); así, un hablante ceceante dirá [káza] por casa, [zermón] por sermón, [perzóna] por persona.

Con esto espero haber dejado claro mi punto de vista sobre el tema y haberles dejado claro a ustedes, los latinos, que son ustedes los que llevan a cabo una realización de la c y la z diferente -ni mejor ni peor- a la norma, y que de la misma manera que nosotros aceptamos y respetamos tal realización como válida, ustedes deberían respetar con mucho más respeto -valga la redundancia- que haya lugares en los que los hablantes no se inclinen ni por una ni por otra realización, sino que se limiten a seguir la norma.
Y a quien no le guste esta realidad, que monte su propia Academia de su propia variante lingüística, pero que no engañe a los estudiantes de una lengua tan rica y preciada por muchos como es el español.


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domingo, 24 de octubre de 2010

Puesta al día

El cielo gris y la niebla muy baja; no hace demasiado frío, pero hace apenas cinco minutos que mi dibujito ha cogido el autobús hacia el aeropuerto y ya siento la falta de su calor. La cosa pinta del mismo color que el cielo…
Así que aquí he vuelto, en busca de vuestro calor, ya que a pesar de que la mayoría no deja comentarios, las estadísticas de las visitas revelan vuestra fidelidad.

Este mes, aunque corto, ha sido intenso. Viajes, cumpleaños, compras, noches cinéfilas, conversaciones y mucha, mucha reflexión.

Primero fueron las cataratas del Niágara. Sin duda, un lugar impresionante; pero no solo por la espectacularidad de las propias cataratas -las cuales, por cierto, merece muchísimo más la pena ver desde el lado canadiense dada la posición geográfica de estas-, sino también por el «semi-parque de atracciones» que tienen montado en la zona. Las calles del centro se componen de lugares para comer, tiendas para guiris, museos de cera, exposiciones tipo «el mundo de lego» o «los record guines del mundo» y muuuuchos pasajes del terror. Una pena tal contraste, la verdad, aunque en el fondo resulta incluso divertido. Lo mejor de todo fue el coche que alquilamos: un Toyota Sienna del que contra toda predicción acabé enamorándome y el cual no se vende en Europa… ¡¡¡Argggh!!! ¬¬

Después tuvimos un fin de semana típico americano: partido de los Toronto Raptors contra los Phoenix Suns (¡ganaron los Raptors!), visita express al centro de Toronto y uno de sus mayores centros comerciales en el que sigue sin merecer la pena comprar nada -ir de compras aquí es muy triste, tanto por los precios como por la moda en sí…- y al día siguiente cumple de Rafa en un restaurante como el de las películas con tarta sorpresa incluida. Cuando los niños -más aún los frikis- veáis el regalito os va a encantar. :D

Y enlazando con la última frase, también confesaré que hemos hecho logros durante los días de semana para aumentar nuestro nivel de frikismo. Nos hemos tragado las sagas de La Guerra de las Galaxias, El Señor de los Anillos, Pesadilla en Elm Street y varias pelis sueltas como si de capítulillos de Cálico se trataran. Por no mencionar casi las dos temporadas completas de Expediente X que han enganchado a Rafa.

Por último, pero no por ello peor o menos importante, un día en el mayor parque de atracciones de Canadá: Canada’s Wonderland. Los que me conocéis sabéis de mi gran afición a los parques de atracciones, y he de confesar que este ha superado mis expectativas. La gente me decía «tienes que ir, porque tiene la montaña rusa más grande de Canadá». Bueno, podría deciros simplemente que esa montaña rusa de la que tanto hablan ni siquiera fue lo mejor, pero se que algunos soy tan aficionados como yo, así que os contaré más para no dejaros con la intriga.
Yendo al grano, el parque cuenta con nada más y nada menos que 20 atracciones con un 5 sobre 5 en una escala de «emoción», y nosotros nos montamos en 18 de ellas (una de ellas estaba cerrada y la otra era igual que el «Xtreme» típico de la feria). Tuvimos la suerte de que no había mucha gente y que nunca echábamos más de 15 minutos en una cola, de no haber sido así, ni siquiera nos habría dado tiempo de montarnos en las mejores. ¡El parque es inmenso! Y no tanto en tamaño sino en número de atracciones, el mayor de todos los parque que he visitado. Inevitablemente esto tiene sus contras, pues para un parque que ni siquiera está especialmente a las afueras de una ciudad como Toronto, demasiado era ya el terreno con el que contaba para poder abarcar tantísimas atracciones como para además contar con zonas especialmente temáticas como, por ejemplo, Port Aventura. Aún así, y dado que además Halloween se encuentra a la vuelta de la esquina, tenía sus detalles temáticos merecedores de fotos que podréis ver más abajo.
Y a lo que iba, las atracciones no solo variaban la en forma del recorrido sino en la posición en la que haces los haces. Hicimos loopings sentados sin protección en los hombros, sentados con los pies en el aire, tumbados como si condujéramos el batmóvil en posición de ataque y… ¡de pie! Sí, sí, alucinante; sin duda se siente el recorrido de manera diferente. Pero la mejor atracción ha sido la Behemoth: a 125km/h con una sola barra de seguridad en tu barriga recorriendo 1.620,9 metros en 3 larguísimos minutos, llegando a una altura de 70 metros con caídas de unos 75º de ángulo… en serio, meteos en la página, echad un vistazo y no os perdáis este vídeo. A los que os gustan estas cosas, me envidiaréis un rato. :D

Y aquí seis fotillos para que visualicéis lo arriba descrito (en la quinta foto fijaos en el fondo). Espero que os gusten, aún estoy empezando a hacer mis pinitos con la nueva cámara:







A pesar de que hubiera preferido que Rafa se hubiese quedado, me alegra estar de vuelta a mi rutina del blog.

lunes, 4 de octubre de 2010

Odisea al volante

Lo se, lo se… más de una semana sin actualizar no tiene excusa. Y por eso, ante todo y sobre todo, pediros disculpas a vosotros mis preciados y fieles lectores por la tardanza. Sin embargo, como la mayoría sabréis, todo tiene una explicación. Nuestro querido dibujito –también conocido como Rafa por algunos…- ha venido a visitarme, ¡y se va a quedar un mesecito completo! Así que es probable que durante este mes de octubre actualice con un poco menos de frecuencia.

El lunes fui a recogerlo al aeropuerto de Toronto, y la palabra que mejor define mi aventura: odisea.
Todo comenzó con un golpe de suerte que me ahorró unos casi 50 dólares. Uno de mis nuevos y amables amigos canadienses se ofreció de manera completamente altruista a dejarme su coche para ir a Toronto (¡yeah!). Pero claro, como vosotros bien sabéis, la suerte y yo no nos llevamos demasiado bien, por lo que tal situación no podía durar por mucho tiempo. Nada más ver el coche… dios… ¡era automático! ¡¿Y ahora qué iba a hacer yo con mi mano derecha?! ¿Atarla al volante para evitar el impulso de mover la palanca de cambio en otra dirección que no fuera en línea recta, más allá de las posiciones “aparcar”, “marcha atrás” y “conducción”? ¡¿Y con mi pie izquierdo?! ¿Atarlo a la estructura del asiento para evitar el movimiento de embragar y no hacerle un agujero al pobre coche de tanto apretar? O incluso peor… para evitar que ante tal situación de impotencia se fuera lanzado hacia el primer pedal que encontrase (véase, el freno) y no comerme así el volante -el cual, a juzgar por los años del coche, apuesto a que ni siquiera tenía airbag-. Sin duda, os hubierais reído bastante de mí si me hubieseis visto durante las 3 primeras curvas, el semáforo y el momento de aparcar mientras pensaba “bien, bien, tranquila, no aprietes mucho el acelerador. Pie izquierdo atrás y mano al volante. Bien, bien, no está esto tan mal”. Pero vamos, que después de 10 minutos conduciendo me decidí a hacerme una pirula y todo.
Es decir, que bien. Primer obstáculo superado. Y después llegó el momento de emprender el camino hacia Toronto. He de mencionar que por supuesto había mirado la ruta en San Google Maps, pero dado que no tuve tiempo de imprimir una copia, decidí confiar en mi, normalmente, bastante buen sentido de la orientación y también en el hecho de que si incluso el mini aeropuerto de Granada tiene una señalización más que adecuada para que cualquier persona casi inepta pueda llegar hasta allí sin ningún problema, el famoso, céntrico e internacional aeropuerto de Toronto debería tener hasta señales de luces casi.
¡MAL! ¡TONTA!… no solo tuve que tragarme una caravana peor que la de por las mañanas para llegar hasta Teatinos, ¡sino que además me pasé el aeropuerto! ¡Ni una miserable señal! ¡Ni siquiera la típica vieja y descolorida escondida detrás de un arbusto! Porque además, yendo a la velocidad de los caracoles casi parados todo el rato, con la mano y el pie aburridos y con una cinta de los Beastie Boys que no se cuántas vueltas había dado ya -como ya he mencionado antes el coche es antiguo y por supuesto no tiene lector de CD- pues la verdad que no se  me pasó ni un solo cartelito de señalización. Y encima, el mapa que había en el coche mostraba una zona de la ciudad en la que había otro aeropuerto señalizado, con lo que más que ayudarme me despistó incluso más. Aún así, tuve que volver sobre lo ya recorrido, otra vez en caravana… Y por fin llegué al aeropuerto… cerca de 2 horas tarde. Con lo cual en vez de una cara sonriente y feliz de verme me encuentro con un gruñón hasta los mismísimos de esperarme -comprensible-.
Sin embargo, aunque penséis que ahí acaba la cosa, amigos míos, va a ser que no. Porque si yo soy la que siempre dice “vamos a quedarnos con el numerito y el color del donde hemos aparcado que después pasa lo que pasa”, ese día me comí mis palabras. Claro, teniendo en cuenta que cuando llegué al aeropuerto ya iba casi una hora y media tarde, yo lo único que miré al salir del coche fue la puerta por la que entrar al aeropuerto y salir pitando. Y después, al volver… ni color, ni número, ni tipo de coche, ni color de coche -es negro y viejo, qué gran ayuda…-, ni mando a distancia que haga que el coche suene o encienda los intermitentes -coches viejos…-.
No solo empezaba a invadirme el estrés de lo ocurrido hasta el momento, sino que además sabía que tenía un tiempo limitado para sacar el coche del aparcamiento porque ya habíamos pagado el ticket -12 malditos dólares-, y lo peor de todo, que el dueño del coche me estaba esperando en la universidad -la cual cierra a las 10- y tenía poco más de una hora para hacer un camino en el que a la ida había echado unas 3 horas. ¡Y encima lloviendo! Visibilidad a tope… me encanta…
Pero hubo un final feliz: corrí a la vuelta todo lo que no pude a la ida, y conseguimos llegar a la universidad a falta de 20 minutos para el cierre… ¡ufffff!

Moraleja: imprimid SIEMPRE los mapas de Google y no confiéis en que los lugares tengan señalizaciones de tráfico adecuadas.