jueves, 9 de diciembre de 2010

Exámenes

Resulta que para completar el número de horas de trabajo contempladas en mi contrato, además de vigilar el examen de mi curso me han asignado un par más, para que no me aburra demasiado también en este par de semanas previas a las vacaciones en las que ya no hay clase... Ayer me tocó vigilar mi primer examen y sin duda la experiencia se merece una entrada entera sacada de todas las notas que me dio tiempo a tomar durante dos largas horas.

El examen da comienzo y todo lo que yo tengo que hacer es pasearme por la clase, no tanto para buscar a personas que intenten copiar sino más bien para evitar que se atrevan a hacerlo por mi simple presencia. Pero a los cinco minutos ya estoy más que harta de mi labor, así que como buena observadora que me considero -y como probablemente todos los profesores siempre hicieron con nosotros- empiezo a fijarme detenidamente en los alumnos.

El sonido constante del sorber de los mocos de los alumnos resulta un poco molesto. Desde mi posición en la pizarra -como ya comenté en la anterior entrada- soy capaz de verlo todo, así que lo primero que me llama la atención es que tan solo 15 minutos después del comienzo del examen empiezo a ser capaz de diferenciar qué alumnos han estudiado y saben lo que están escribiendo y cuáles no. Y también dependiendo de la postura que adoptan en la silla, puedo saber si esa pregunta se la saben o no.

En mis paseitos por los pasillos empiezo a fijarme en la escritura: un total de 37 alumnos y 3 de ellos son zurdos; maneras muy diferentes de coger el bolígrafo -solo una persona escribe con lápiz, dejando ver así su gran inseguridad-; y sobre todo me llama la atención que al observar la caligrafía de los alumnos y después mirarlos a ellos siempre pensaba «totalmente». Desde letras redonditas, pequeñas y juntas, hasta letras alargadas, de trazos rectos y bastante separadas. Por descabellado que parezca, nuestra cara, gestos y forma de las manos suelen casar con un estilo de letra en particular.

También me toca escoltar a dos personas al baño, lo cual si lo piensas bien, es estúpido. Quien tenga la chuleta guardada en el bolsillo solo tiene que esperar a estar dentro del baño para sacarla. Y el tema de más o menos tiempo pues con simular que haces cosas mayores ya tienes coartada…

Y vuelta a la vigilancia, trabajo aburrido donde los haya. Vuelvo a mi labor de observadora, y esta vez empiezo a fijarme en los atuendos de los alumnos, en el color del pelo y el peinado -una de las chicas con unas raíces merdellonas a más no poder- y en los piercings y tatuajes a la vista -curiosos algunos…-. También me sorprende que estos yankis se llevan el maldito café y el correspondiente picoteo hasta  a los exámenes; me gustaría ver a mí a un profesor de universidad en España deja entrar a alguien a un examen con un café y unas magdalenas.

Mis cálculos no fallan, a la hora, esos dos alumnos que en un principio sospeché que no habían estudiado ya entregan su examen y se marchan. Pero también en los demás empiezan a dejarse ver los bostezos, estiramientos, suspiros, rascadas de cabeza, gestos de desesperación, espacios en las hojas por si la inspiración llega más tarde y miradas perdidas hacia compañeros en busca de consuelo o hacia el techo en busca de ayuda divina. Y es que cuando ya se han agotado los conocimientos adquiridos con el estudio, algunas se entretienen hasta en buscar indicios de picotazos en sus maravillosas uñas con manicura. Eso sí, al menos me consuela ver que uno de los alumnos que también está en mi clase de español no deja de escribir -supongo que porque me hace pensar que si ha estudiado para este también lo hará para el mío-.

En mi búsqueda de chuletas o intenciones por echar un vistazo más allá del papel que tienen delante siempre paso por alto al señor mayor que tengo en el bando izquierdo, por el simple razonamiento de que si ese señor a esa edad ha decidido volver a estudiar es porque realmente le interesa hacerlo y no porque necesite aprobar para que le den un título para intentar conseguir un trabajo -o al menos así debería ser por lógica…-.

Yo también bostezo, pero lo mío es de aburrimiento. Me dedico incluso a clasificar las diferentes posturas en la silla relacionadas con el nivel de conocimiento (siempre que se esté escribiendo, porque sino está claro que no se tiene ni idea):
-completamente recostado = «recuerdo haber visto este tema en los apuntes, pero lo eliminé de la selección de los que me estudiaría. Me lo inventaré un poco e improvisaré sobre la marcha»;
-recto o ligeramente inclinado hacia el papel = «vale, esta pregunta me la sé, no hay problema»;
-con la cara a menos de 15 centímetros del papel = «¡hostia, es verdad! ¡¡Me acabo de acordar!! ¡Escríbelo YA antes de que se te olvide!».

Volviendo a la escritura, es curioso que aunque algunos aprovechan todo el espacio y otros dejan renglones de separación, nadie pide más papel, con lo cual solo hay dos opciones: o unos inventan mucho y otros no tienen mucho que contar. Aunque hay algunos que desde el principio ya me hicieron preguntarme cómo esta pobre profesora va a poder corregir con esa letra, después de una hora y media la escritura de casi todos empieza a derivar, por el tiempo y por el desgaste. Y empiezan las exhibiciones flamencas de rotaciones de muñeca y sacudidas de mano por el cansancio de tanto escribir.

Y ya por fin, a solo 15 minutos de la hora límite, se levanta uno de los alumnos dando comienzo a la «la gran salida», esa que muchos llevaban más de media hora esperando indecisos con la mirada perdida y confiando en un golpe de suerte que nunca llega. Aunque los hay insistentes -sobre todo los que menos suelen saber-, con lo que al final quedan 6 alumnos en el aula, de los cuales solo uno ha pedido más papel y solo otro parece saber bien lo que escribe.

Sin duda, han sido dos horas en las que he disfrutado de la posición del profesor casi como si me estuviera viendo a mí misma al otro lado, hace no muchos meses, haciendo uno de los miles de exámenes a los que ya me he enfrentado, pero esta vez sin el más mínimo signo de nerviosismo. Pero me da a mí la impresión de que las dos horas del examen de mañana van a ser muchísimo más aburridas.

¡Muchísima suerte a todos los que tenéis exámenes!


P. D.: El invierno empieza a asomar la patita y la nieve ya sobrepasa los 3 centímetros. Tendré que aprovecharlo para echar algunas fotillos...