lunes, 15 de noviembre de 2010

El baúl de los recuerdos

De nuevo, por coincidencias de la vida -que son en el fondo las que hacen girar, la gran mayoría del tiempo, el engranaje que mueve este mundo-, esta semana ha estado llena de recuerdos.

No sé si ya lo he comentado, pero tengo grupos de alumnos con los que me llevo especialmente bien, y con los que a raíz de las cosas más sencillas surgen conversaciones la mar de interesantes y pintorescas. Sin ir más lejos el viernes, en uno de los seminarios en los que tengo a solo cinco personas, estábamos leyendo sobre Costa Rica y su fama por ser la cuna de los mejores jugadores de béisbol -si no recuerdo mal, ya conocéis mi memoria de pez-; y claro, para que vayan haciéndose con un poco de culturilla general sobre el mundo hispano, pues les expliqué que el fútbol era el deporte nacional en Argentina y España. Les puse el ejemplo de tal afición con la división general que se crea en el país cuando se juega un derbi Real Madrid-Barcelona, que seas del equipo que seas, a uno de los dos tienes que apoyar en tan señalada ocasión. Y es que mis alumnos no son cotillas, ¿sabéis? Así que les faltó tiempo para preguntarme que a cuál apoyaba yo; porque además una de las chicas -no recuerdo bien por qué extraña razón, puesto que es de las Bahamas- dijo que a ella le gustaba el Barça. Fue en ese momento cuando sin darme cuenta les abrí una pequeña parte de mi corazoncito a mis alumnos, y les expliqué que más que nada era por herencia de mi abuelo.

Recuerdo con todo detalle las noches en las que había partido importante, en las que mi abuelo, mi tío y los agregados de turno solían reunirse delante de una gran pantalla -grande para aquella época, claro- a seguir el partido. Cervezas, berridos, saltos, tacos, insultos… y por negativa que parezca la descripción, en el fondo era encantadora porque inspiraba pasión por un equipo. Además, mi abuelo compraba todos los días -y cuando digo “todos” es literal- el periódico, el As, por supuesto, que para algo era y sigue siendo el periódico madridista por excelencia. Como consecuencia de ello, conseguía todos los regalos del Madrid que daban con el periódico: camisetas, posters de los jugadores, un libro sobre la historia del club, un ajedrez del equipo, una cubertería con el escudo… Y como yo era la pequeña de la familia, pues siempre me llevaba todos los regalos. Las paredes las tenía empapeladas con los posters y el libro me lo sabía casi de memoria. Sin duda sé más sobre el Madrid de alrededor de los 90 con Redondo, Butragueño, Mijatovic, Suker, Roberto Carlos y aquel jovencísimo y recién estrenado Raúl que del equipo actual. Sigo conservando casi todos aquellos regalos -menos los posters, creo- y, por supuesto, no puedo ser de otro equipo porque el Madrid es “lo que mamé de chica”, ni más ni menos.

Pero aún no había terminado la semana, y qué mejor para acabarla que echar leña al fuego y avivar la llama de los recuerdos que se había vuelto a encender con aquel seminario de “cotillas” -en el mejor sentido de la palabra, que conste-. En una de estas que me pongo a zapinear, me encuentro con la película que he visto más veces en mi vida, fundadora de mi discreta pasión cinéfila: Batman. Pero no Batman, el Caballero Oscuro o similares versiones aclamadas por el público -en mi opinión- en exceso. No. Batman la orginal, la primera, la del 87, la de toda la vida… la de Tim Burton. Ese Michael Keaton que le da tal aire de misterio y frialdad a Bruce Wayne; esa Kim Basinger tan jovencita en el papel de una intrépida y sexy periodista que es capaz de conquistar el corazón de ambos protagonista y antagonista; y finalmente ese Jack Nicholson que parece que nació para el papel del Joker, con esa locura tan sádica y propia de alguien que anda con esos atuendos y cometiendo tales fechorías… Y no es mi intención menospreciar a Heath Ledger  -aunque sí que creo que su papel como el Joker está sobrevalorado debido a su fallecimiento- pero en este caso hablo más de la dirección y el enfoque de los personajes y la trama. El caso es que esta fue probablemente la primera película que vi, incluso antes de las de Disney, por la sencilla razón de que mi abuelo la tenía en cinta VHS y cada vez que iba a su casa le decía que me la pusiera porque me encantaba esa cubierta negra con únicamente el símbolo de Batman en amarillo. Y así fue como el pobre, después de tanto pedirle que me la pusiera, acabó por regalármela -sobra decir que con el mayor de los gustos y la mayor de las sonrisas de abuelo, por supuesto-.

Pensándolo detenidamente, el mecanismo de autodefensa de nuestro cuerpo es maravilloso -como él mismo en toda su totalidad-: las personas olvidamos para que el dolor se vaya con el recuerdo. Sin embargo, nuestro cerebro no está programado para hacer diferenciación entre los recuerdos dolorosos positivos y los negativos, así que acabamos olvidando incluso a seres queridos porque nos duele recordar que ya no están, o lo que es peor, que ya no volverán. Suerte que contamos con un banco de datos en el que los recuerdos están interrelacionados, y en el que los recuerdos nunca suelen ir más allá de la papelera de reciclaje, por lo que en el fondo son recuperables. Es de esta manera que somos capaces de finalmente recordar a esos seres queridos no a través del triste recuerdo de su partida, sino a través de todos los buenos recuerdos de los que forman parte.

Mi abuelo me enseñó muchas cosas. Muchas cosas almacenadas en la carpeta de los buenos recuerdos a los que por suerte siempre podré acceder. No sé qué pasa cuando nos vamos para siempre, pero sí sé que la mejor manera de hacerlo, a mi entender, es formando parte de los buenos recuerdos de la gente que se queda. Así que, para terminar, simplemente decir que espero acabar siendo parte de muchos de los buenos recuerdos de la mayoría de vosotros.

5 comentarios:

  1. Jo, Palo, me ha llegado el final. Y mucho. Yo también tengo de cuando en cuando un día tonto que me recuerda a mi abuelo :(

    Aún así no te perdono lo de ser del Madrid :P, cosa que por cierto desconocía.

    Muchos besos, Palo, e intenta no ponerte melancólica.

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  2. A mi mi abuela me daba de cenar un vaso de leche y un sandwich siempre que me quedaba en su casa :D.

    PD: Grande el abuelo de Palo, buenas charlas futboleras que teniamos :D

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  3. Wow, he alucinado. ¡Muy buen final Palo!

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  4. Estoy segura de que ya sabía, en el mismo momento en el que te conocí -aunque no fuera realmente consciente por nuestra corta edad-, que éramos personas muy afines; pero sin duda alguna y con el paso del tiempo, cada vez lo tengo más y más claro. Nuestros pensamientos... nuestra forma de expresarnos... no sé. Por algún motivo el destino quiso unir nuestros caminos y desde entonces siempre lo estarán.
    Siempre formarás parte de mis recuerdos y parte de mí.

    Eres mi Paloma!

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