sábado, 5 de marzo de 2011

La gran manzana: III

Y comenzamos este tercer capítulo con el grandioso distrito financiero situado al sur de la isla de Manhattan y caracterizado principalmente por la calle Wall Street y el edificio de la Bolsa, cuyo palmarés cuenta con el estallido de las dos peores crisis económicas a nivel mundial de la historia: la de 1929 y la de 2008, en la cual aún seguimos, sin duda, sumergidos a pesar de que la mayoría de mis alumnos ni sepa de su existencia…

El Distrito Financiero en sí está bastante bien, con sus numerosos edificios de diferentes cortes arquitectónicos aunque todos siempre bastante altos -obviamente- y con el Battery Park, un parque un poco… mediocre, sobre todo comparado con Central Park -que se quedará para el próximo capítulo-. En su defensa también diré que al ser invierno no estaba frondoso y eso es algo que juega mucho en contra de todos los parques. También tenemos el Bowling Park, con su correspondiente Bowling Bull -originalidad en los nombres ante todo-, que es un toro de bronce de más de 3.000 kilos y que, aparentemente, es «símbolo del agresivo optimismo y prosperidad financiera de la ciudad» -el que dijera esto era familiar de mis alumnos, fijo-. A decir verdad, la gracia del toro es que tiene talladas sus partes íntimas, por lo que suele haber más cola para hacerse fotos en su parte trasera que en su delantera. Es comprensible, no todos los días se puede uno hacer una foto tocando los cataplines de tamaño XL a un toro, y menos si este es de bronce… Yo por supuesto también me la hice, pero he pensado que os gustaría más verle la cara de «positivismo y agresividad» al toro que sus enormes partes bajas. Pero vamos, que si os empieza a reconcomer la curiosidad pues me la pedís abiertamente y yo la cuelgo en la siguiente entrada. :D

Y por último la archiconocida Wall Street. Una de las grandes decepciones de la ciudad. Es un callejón cualquiera de una ciudad europea cualquiera pero con edificios más altos que los de Europa y con miles de banderas yankis. ¡Ah! Y con un monumento de George Washington que ni siquiera compararé con cualquiera de los que se pueden encontrar en cualquiera de las susodichas ciudades. A la bolsa no entramos, de hecho, ni siquiera sé si se puede, pero a mí es que nada más que con tanta bandera por fuera pues como que no me dan ganas de entrar. Por lo tanto, si todo lo que esta calle tiene que ofrecer es esa «grandeza y poder» inmateriales, pues mi consejo es una visita de foto: llegar, disparar y a otra cosa mariposa. Y cuando digo disparar me refiero a la cámara, vaya que haya lugar a la confusión ahora que con la nueva ley esta que están aprobando en varios de sus estados se permite que todos puedan llevar armas a las universidades. Pero ya descargaré mi ira e indignación sobre ese tema cuando haya terminado con todos los capítulos sobre mi estupendo viaje.


Pues eso fue lo que nosotros hicimos, irnos de allí en cuanto tuvimos las fotos de rigor y dirigirnos hacia el parque que os comenté anteriormente, el Battery Park, desde el que se puede observar la estatua de la libertad desde una distancia bastante aceptable y desde el cual se coge el ferry que te lleva hasta la isla de la estatua. Tal ferry cuesta unos 18 dólares -sin tasas, je, je- y a los turistas se les suele aconsejar que vayan temprano porque las entradas se acaban. Efectivamente, el día que nosotros fuimos las entradas ya estaban agotadas, a pesar de que no teníamos ni la más mínima intención de coger el ferry. Y es que resulta que hay gente que aún no lo sabe, pero desde que ocurriese el atentado del 11 de septiembre, la entrada a la estatua en sí ya no está permitida; con lo cual, ¿para qué pagar ese dinero? ¿Para ver la estatua desde abajo? Pues para eso me quedo en el parquecito, de gratis -ahorrándome además el angustioso viaje para mí por agua-, le saco todo el zoom a mi querida cámara y fotaza. Y una cosa más tachada de la lista de cosas que ver y hacer en Nueva York.


¿No está mal la foto para ser desde tierra firme, no? Lo que observáis al lado es una réplica que vimos en un museo gratuito al que entramos en el Bowling Park sobre arte indígena. La verdad es que me pareció bastante ingeniosa.

Por último, lo único que queda por destacar de esta parte de la gran manzana es la zona 0, que sobra explicar nada sobre ella. Lo único que parece llamar la atención es que después de 10 años aún siga aquello como en la foto. Para una ciudad de tanto «poderío», lo mínimo que se podía esperar es un poco más de eficacia a la hora de reconstruir la zona… ¿o será que están aprovechando el interés y morbo turístico que todo aquello aún sigue suscitando?


Cambiando de ambiente, os prometí que os hablaría sobre nuestras salidas nocturnas por la ciudad que nunca duerme, así que he de cumplir mi promesa. Tuvimos la oportunidad de estar en sitios medio pijos, discotecas “latinas” -música comercial, básicamente-, discotecas gays y antros con sofás y mesas de billar con cerveza barata. ¿La verdad? Lo pasamos muy, muy bien porque Levi y yo éramos los reyes de la pista de baile, pero por lo demás, fue como salir por Málaga pero con todo más lejos y más caro; mismo ambiente dentro de los bares -y según el bar- y mismo ambiente fuera de ellos, con sus correspondientes borrachillos que van por ahí haciendo amigos. Cierto es que no fuimos al Upper East Side -zona más pija por excelencia-, donde podríamos habernos encontrado lugares de absoluta exquisitez, pero es que en Málaga tampoco suelo ir a sitios que no estén en el centro. Con todo esto a lo único que llegamos es a que se refuerza mi teoría: no importa tanto el sitio al que vas como la gente que te acompaña. Y de nuevo como con el Empire State, que habrá que volver a la ciudad con ganas de despilfarrar dinero para así ver esos lugares que sí que deben sorprender.

Para concluir con la entrada de hoy, algo que nos iba sorprendiendo a casi cada paso que dábamos, y no hay más fotos porque una se cansa de fotografiar siempre lo mismo por muy «curioso/pedante/hortera/patético» -os lo dejo a libre elección- que parezca. Águilas. Tal y como Levi y yo acabamos bautizándolas: «orgullosas águilas americanas». Águilas por todas partes, con el pecho fuera, la cabeza bien alta y normalmente con las alas desplegadas en posición de ataque: ese es el símbolo estadounidense.

 
Unos la veneran por estar en la bandera, otros por ser supuesto símbolo de libertad. Sea la razón que sea, resulta bastante irónico este águila calva (nombre de la especie), cuyo hábitat original se extiende desde Alaska hasta México -lo que viene a ser todo el territorio de EE.UU.-, se encuentre en peligro de extinción. Ser símbolo nacional de un país de tal magnitud y encontrarse en peligro de extinción en su propia tierra… cruel destino…

Y con esto me despido en esta penúltima entrega sobre nuestras andanzas neoyorquinas. Para el capítulo final veremos toda la arquitectura que falta como el Empire State, el edificio Flatiron y la plaza Colombus Circle, además de Central Park y el Museo Metropolitano.


PD: Por si alguno de vosotros ha pensado «¡qué pequeñas se ven las fotos!» y no ha probado a pinchar en ellas -como uno que yo me sé-, por favor, hacedlo. Así podréis ver los montajes en tamaño original e incluso acercarlos con el zoom en aquellos en los que se pueda por la resolución del montaje. ;)

5 comentarios:

  1. Cuantas cositas :D !
    La verdad que la zona cero es algo duro, me imagino que no sabrán que hacer con eso ya que es algo peliagudo, pero podrian hacer un monumento a los caidos o algo :S.
    Tienes razón con lo de la Estatua, si no puedes subir no merece la pena, foto de rigor y a chuparla! :D

    PD: 1º voto para que pongas la foto de los huevos del toro.

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  2. If I can...make it there, i'll make it...anywhere...it's up to you...New York...New York!

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  3. No si el plan con lo que quieren construir lo tienen ya desde hace mucho tiempo, expuesto en las vayas de alrededor de la obra, pero ahí siguen eternamente...

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  4. Me gusta este nuevo punto de vista realista sobre New York, la verdad que uno siempre escucha maravillas de las principales ciudades estadounidenses pero luego no son para tanto. A mi me pasó con Los Ángeles -que es jodidamente fea y rancia- y me decepcionó especialmente Hollywood Boulevard, que resultó ser un pedazo de mojón de calle supersucia con edificios de ladrillo desteñidos, estrecha, populosa y muy muy ruidosa. Y el teatro dragón ese de los oscars, otro fraude y muy muy pequeño.
    Aún así no se me quitan las ganas de ir a verlo todo con mis propios ojos :)
    Un besazo palomidad y sigue con tus entradas que están muy chulas.

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  5. ¡Genial entrada Palo!
    En cuanto a lo de la Zona Cero quería comentarte que yo sí tuve la experiencia de vivir en mis propias carnes el morbo que le están sacando a tal desgracia. La mayoría de la gente con la que iba quiso entrar en el "museo" (yo no le pondría ese calificativo, pero en fin) del 11-S. Te dan unos cascos y vas recorriendo la cena, posicionándote en diferentes perspectivas mientras escuchas el relato de sus protagonistas: bomberos, voluntarios, policías... Después pasas al museo y yo no pude más y esperé fuera a mis compis. Morbo. Simple morbo. Creo que ni Auschwitz llega a ese nivel.
    Me acordé mucho de lo relativamente bien que lo han hecho en Atocha y recordar a las víctimas es positivo y siempre debemos tener en cuenta los errores del pasado para no cometerlos en el futuro, pero otra cosa es lo que esta patria ha hecho en NY. Bien por ti por no entrar!

    Muaks!

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