sábado, 2 de abril de 2011

De libros y librerías

La mayoría de las personas viajeras tienen un objeto fetiche: tazas, imanes, postales, chapas, camisetas, lápices, llaveros, matrículas… ese objeto del que traerse un ejemplar de recuerdo de los lugares visitados. Como algunos ya sabréis, el mío es el libro. Una de mis aficiones es traerme, mínimo, un libro de allá donde vaya -siempre y cuando lo encuentre en alguno de los idiomas que conozco, claro está-. En el caso de Canadá hay algo tremendamente positivo para alimentar mi afición, y es que el estar aquí me facilita -sin tener que recurrir al frío Internet- comprar las versiones originales; porque con la última traducción que leí, la de El Retrato de Dorian Grey, me quería cortar las venas, y eso que ni siquiera he leído el original. Se paga un poco más por lo general que en la red, pero el poder palpar los libros con tus propias manos, sentir la textura y el corte de las páginas, el grosor y consistencia de la cubierta, poder observar la letra utilizada, el tamaño y grosor de esta, y poder oler esa esencia a papel, rodeados de un mar de libros… tiene su encanto.

Así que por fin, gracias además a la estupenda excusa de haberme acabado el libro El habla malagueña (Alfredo Leyva) -que por cierto recomiendo enormemente, sobre todo para no olvidarnos de nuestras tradiciones lingüísticas y del riquísimo vocabulario malagueño-, después de siete (fríos) meses me decidí a ir a la librería del centro por delante de la cual pasaba casi a diario, pensaba «tengo que venir un día» y al final nunca lo hacía. La entrada es pequeña -como la tienda en sí- pero acogedora, con una presentación de los libros en las estanterías que te hace querer ir a investigar más allá y echar allí el rato que una librería se merece… Hasta que, una vez pasada la entrada y tan solo dos pasos más adelante, tu sentido del olfato empieza a verse perturbado por el terrible olor de la cocina del restaurante al cual se puede acceder desde la misma librería, por no mencionar la distracción que suponen la música y las conversaciones de las personas que están a ese otro lado, comiendo.

Una librería debe ser un sitio tranquilo y limpio donde se pueda incluso apreciar el aroma del papel y donde, sobre todo, se pueda pensar tranquilamente, porque si ya es difícil elegir cuál de los diez libros que te han requetencantado te vas a llevar finalmente -ya que no tienes ni presupuesto ni espacio para tantos-, imaginaos en un ambiente como este.

Pero una por disfrutar de los libros, lo que sea; así que con un poco de aguante de respiración y concentración auditiva, llegué hasta el final de las estanterías -porque yo soy de las que les gusta empezar por el final-. Y cuál fue mi sorpresa al encontrarme los libros de zombis bajo la categoría «Cosas raras»… ¿Los zombis raros? Hablamos de una corriente literaria que ya existía incluso antes de que en 1839 fuera impulsada definitivamente por Allan Poe y su obra La Caída de la Casa de Usher. Un género que está hoy en día en pleno auge gracias a publicaciones como Zombi - Guía de superviviencia, Guerra mundial Z (Max Brooks), Orgullo y Prejuicio y Zombis (Seth Grahame-Smith) y, por qué no hacer un poco de publicidad compatriota, Los Caminantes (Carlos Sisí). ¡Y me lo ponéis en «Cosas raras»? No hombre, ahí la biografía de Justin Beiber que el niño ni siquiera es mayor de edad, pero los libros de zombis…

Y claro, después de ser eso lo primero que vi, lo demás ya fue de mal en peor. De manera indiscriminada tienen a casi todos los autores en la categoría de «Ficción». Y a su vez, la organización dentro de las categorías es bastante confusa -por supuesto no alfabética, o al menos no lo suficientemente alfabética-. Además, en el buen intencionado intento de aconsejar, los papelitos que colgaban de las estanterías con pequeñas recomendaciones sobre libros específicos no hacían más que confundir, no solo por la escritura a mano sino porque los libros a los que se referían, o no quedaban o no se encontraban a su lugar correspondiente -que digo yo que debería ser justo encima del papelito, ¿no? Y por si fuera poco, para mi gusto la colección era muy, pero que muy limitada para tratarse de la única librería del centro de la ciudad que además cuenta con bastante reputación.

Pero las aficiones es el que tienen y a mí  estos pequeños me pueden. Así que a pesar de todo, y después de acabar con unos cinco libros en las manos leyendo y releyendo las contraportadas y lo que no son las contraportadas para ver si en la tercera o cuarta lectura me acababa de conquistar uno más que los demás, acabé trayéndome dos a casa: Pride and Prejudice and Zombies: Dawn of the Defeated (la precuela de Orgullo y Prejuicio y Zombis) y White is for Whitching, de la jovencísima escritora británica Helen Oyeyemi, quien ya se ha ganado el reconocimiento de los críticos y el premio Somerset Maugham. Acabo de empezarlo y ya las primeras páginas con un tono de prosa narrada empiezan a embelesarme.

Allí tuve que dejarme otros como Hell: A Novel (Robert Olen Butler), Invisible (de mi queridísimo Paul Auster, a quien de hecho me ha sorprendido ver que lleva traduciendo el mismo traductor, Benito Gómez Ibáñez, desde el 2000… me tendré que leer alguna versión en español) y otros cuantos más, los típicos que dices «acuérdate del título» y nada más salir de la librería ya ni recuerdas la portada…

Eso sí, los alumnos de mi compañero que enseña italiano parece que no tienen ese problema y que siempre se pueden llevar todos los que quieren, porque hace poco más de una semana él les preguntó que cuántos libros se leían al año y sin vacilación alguna respondieron ¡que 20! Cierto es que no entienden todo lo que dice mi compañero porque no es que solo hable en italiano, sino que se le entiende mejor en italiano que en inglés; pero de ahí a confundir una pregunta tan sencilla… Y encima va el ingenuo y se lo cree. ¡Pero cómo se van a leer 20 libros al año unos estudiantes, alma de cántaro? Es ya una persona normal que no tenga que leerse y estudiarse apuntes y solo disponiendo de su tiempo libre es difícil que se lea 20 libros si quiere seguir teniendo algo de vida social, imagínate un alumno. Ay… ¡con qué descaro mienten algunos por estos lares!

Bueno, solo me queda decir que todas las recomendaciones sobre libros que os hayáis leído, estéis leyendo o tengáis pensado leer son más que bienvenidas. Porque una a veces, cegada por su tendencia hacia cierto tipo de literatura, se pierde joyitas que son de lectura obligatoria.

¡Buen fin de semana a todos!

 

3 comentarios:

  1. Cuando vuelvas me dejarás el libro, y me lo leere aunque sea en inglés ... por mis cojones que me lo leo.

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  2. Apenas tengo tiempo de leer aquí y solo leo cuando voy de viaje: los aviones son ahora mi sitio favorito -más bien el único sitio en el que puedo leer tranquilamente dada la duración de los vuelos-.
    Ahora mismo estoy leyendo en mis pocos ratos libres "El Alquimista", de Paulo Coelho y "Half the Sky", de Nicholas D. Kristoff y Sheryl WuDunn. Este último es para una clase, pero me está gustando muchísimo. El subtítulo dice "Turning oppression into opportunity for women worldwide". Igual no lo vendo cuando me vuelva y te lo dejo.

    A seguir bien Palo y a seguir leyendo que el conocimiento es el alimento del alma.

    Besitos,

    Raque

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  3. El "Invisible" de Paul Auster me lo leí yo (después de un tiempo queriendo leer algo suyo) y no está nada mal, pero tampoco es excepcional. En todo caso es una buena lectura, tengo que leer algo más suyo. Creo que estará por aquí, así que podré dejártelo. Un beso.

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